Amordazar

Autor: Gabriel Sanz

Bienvenidos a De(s)generando el género.

DE(s)GENERANDO EL GÉNERO nace de la necesidad de aunar esfuerzos para lograr la Igualdad de género. El nombre no es casual, sino que se enraíza en el fin que perseguimos: degenerar los conceptos que inundan las consideraciones de género para llegar a deshacerlo, desgenerarlo, y despojarlo de todos estereotipos y mandatos que marcan “el deber ser”en función del sexo con el que nacimos. Nos definimos como feministas, porque creemos que la única forma de vivir en un mundo más justo se relaciona con la igualdad real de oportunidades entre mujeres y hombres. Creemos que la educación e información, son la herramienta que nos permitirá vivir en la diversidad, la pluralidad y tolerancia humana. Tenemos la convicción de que esto es posible, y por eso armamos este BLOG , el cual dividimos en secciones que nos parecen de interés para quien quiera acercarse a la temática y estar actualizad@. Las sección “Reseñas”, haremos un breve análisis de distintos títulos de libros y películas que abordan la temática . En las “noticias destacadas”, exponemos los sucesos más relevantes e inauditos, con un pequeño análisis de las mismas. En la agenda, publicamos los eventos relacionados con la temática. En los links de interés, aquellos enlaces que creemos interesantes. Y en la página principal habrá una producción nuestra sobre diversos temas. Todas estas secciones, las vamos a actualizar semana a semana, ya que creemos que la Igualdad y la concientización, es un camino de todos los días.

viernes, 11 de enero de 2019

Mujeres y Placeres

La relación entre las mujeres y el placer, por varios motivos, siempre fue complejizada.
En primer lugar, porque el placer para nosotras estaba vedado: no debíamos sentir
placer so pena de ser consideradas desviadas y amorales. Ni siquiera podíamos
acceder el placer en el marco de la única relación sexual que se nos permitía,
que era el matrimonio debidamente consagrado.
El acto sexual para nosotras era un sacrificio que debíamos hacer para el goce del
colectivo de varones, representada en la figura del marido. Se trataba de “servir”
al otro.

En un segundo momento, se habilita el placer femenino pero se trataba de un  placer
femenino construido a la imagen y semejanza del placer masculino, es decir, nosotras
teníamos que gozar y disfrutar con lo que ellos gozaban y disfrutaban, lo que significaba
poner nuestro cuerpo a su disposición, reforzando además el mandato de la
heterosexualidad obligatoria.
Esta propuesta es lo que convirtió a la vagina en nuestro principal centro de placer,
porque es funcional al modelo de sexualidad y genitalidad masculino, precisamente
porque es el órgano en donde el varón puede satisfacerse sexualmente penetrando.

En la década de los ´70, la Rivolta Femminile del feminismo italiano de la diferencia,
reivindicaba a la mujer como sujeto de placer y sujeta deseante. El deseo aparece
como autónomo, propio de cada mujer y no subordinado a los deseos masculinos.
De hecho, las italianas visibilizan que el único órgano humano que existe sólo
destinado al placer, sin ninguna otra función, era el clítoris, y construyen a la mujer
clitoriana, aquella que goza por si misma, aquella que se lo permite, aquella que
no necesita de un-otro para experimentar el placer, aquella que se permite
experimentar .

La historia del placer femenino cuenta con siglos de negación, invisibilización y condena
de la mujer que siente placer y de la mujer que quiere sentir placer.
Siglos de condenar las relaciones no-heterosexuales y la experimentación en soledad.
Pero esos tiempos, al menos en occidente, están llegando a su fin.
Gracias a las luchas que las mujeres que nos preceden, es que
hoy estamos recuperando nuestro cuerpos para nosotras mismas, y con él viene adosado
el placer y el deseo. O quizá, recuperando el placer y el deseo,
también recuperamos el cuerpo.
Porque no pensamos al cuerpo como algo que nos pertenece por ser nuestra
propiedad privada. Nosotras somos nuestros cuerpos.

Son tiempos en donde nos permitimos la exploración, en donde nos permitimos encontrar
con qué y con quién(es) disfrutamos, donde nos permitimos no definirnos, sino devenir.
Son tiempos en los que no pedimos más permiso.

Colaborando con una amiga feminista que tiene un microemprendimiento dedicado al
placer femenino, un sex shop con mirada feminista, les invitamos a todas las personas
ADULTAS [por una cuestión legal, mayores de 18 años]
a visitar su página web que aquí abajo les dejamos sororamente.




Abrazo feminista, hasta que sea ley!

Julieta Evangelina Cano

lunes, 17 de octubre de 2016

Chongos ¿para qué?

Compartimos la reflexión de las siguientes compañeras, a propósito del último ENM

Por: L. Barale, M. Borgognone, B. Burga (Licenciadas en Psicología), C. Dalla Cía, D. Dzienciol, L. Martinez (Licenciadas en Trabajo Social).
Yo no me decido si esta bien o mal que los varones vengan al Encuentro. A ver convénzanme...”
Dijo Yanina en una charla entre pasillos de uno de los talleres del 31° Encuentro Nacional de Mujeres realizado en la Ciudad de Rosario.
Nosotras - que llevamos un par encima - ensayamos algunas respuestas.
Eso fue antes de que “pase” la represión.

1 El encuentro
Nace como lugar de encuentro entre mujeres que se hacían preguntas, que buscaban soluciones y que exigían respuestas. Y que con ello interpelaban a la sociedad y al Estado. Que ponían en juego sus cuerpos y afectos, sus ideologías y modos de ser y estar en el mundo. Y, sobre todo, sus ganas de deconstruirlos.
Empezaron siendo pocas. Iban de a cientos. De a miles. En el 96 ya eran unas 15 mil. Del 2010 en adelante empezamos a sumarnos de a 10 mil. Y cada vez fuimos más las que estábamos dispuestas a ponernos en juego, a atravesar y ser atravesadas por la(s) experiencia(s) del Encuentro. En cada uno de ellos la pregunta que hizo Yanina resonó de diferentes modos y halló otras respuestas.

2 El cuerpo
Nuestro cuerpo es otro. Diferente al de los varones.
Sus modos de afectación y de circular son otros.
Nuestro cuerpo es un territorio de disputa.
Es político.
Nuestro cuerpo se construyó en límites. En circunscripciones: a la casa. A la cría. Al macho (*). Al cuarto que nunca fue propio.
Nuestro cuerpo tuvo que romper cadenas para volverse otro.
Tuvo que salir. Que Gritar.
Mostrarse. Juntarse. Encontrarse. Solidarizarse. Potenciarse.
¿Y el de ellos?

3 La voz y la mirada
En esos encuentros aprendimos a dialogar, a disputar, a negociar.
A hacer de nuestros malestares, angustias y alegrías -guardadas en espacios íntimos y privados- un espacio común.
A construir nuestras propias narraciones.
Desde nuestra mirada.
Con nuestra voz.
Con la perfo. Con las fotos. Con los tetazos. Con los besazos. Con los cuerpos intervenidos de consignas y reivindicaciones. Con manifiestos y manifestándonos.
Nosotras nos narramos.
Nosotras nos hablamos.
Nosotras nos miramos.
Nosotras nos habitamos.

4 El espacio
Una comunidad. Un aquelarre.
Una cofradía. Que nada tiene que ver con la cofradía en la que se criaron los machos y con la que aprendieron a serlo. Ser macho es serlo en función de un otro del que defenderse, al que se le teme y al que hay que hacerle la guerra, con el que competir y al que vencer.
La nuestra está hecha de alteridades. La nuestra celebra la diferencia. No le teme. La vuelve una fiesta, un territorio o rizoma.

5 La orga
Ellos nos ayudan a llevar las banderas”
Podemos llevarlas solas. Entre nosotras. No hace falta que vengan a eso.
Nos dan seguridad”
¿Seguridad?
Ellos tienen otros enemigos.
Y nosotras sí, claro que tenemos que cuidarnos y estar preparadas.
A la violencia machista, autodefensa feminista.
Pero no es de la misma manera.
Nos cocinan y cuidan los pibes”
En el patriarcado está naturalizado que nosotras nos ocupemos de todas las tareas- propias del cuidado y del ámbito doméstico- para que ellos vayan y circulen en el espacio público.
Se ocupan por dos días de aquello que en nosotras está históricamente legitimado que hagamos.
Y si tan necesario fuera podrían hacerlo sin necesidad alguna de ser parte de nuestros espacios.
Se puede construir con los compañeros varones durante todo el año, pero estos son tres días de encuentro feminista entre mujeres.

Antes de que “pase” la represión.
En el encuentro pasaron muchas cosas. Pasaron los 69 talleres en los que discutimos sobre política y modos de organizarnos, de economía y cultura, sobre nuestros cuerpos y nuestras sexualidades, sobre el aborto, sobre la feminización de la pobreza.
Pasaron las actividades culturales, las mesas debates, las perfo, la música y las fiestas.
Pasamos nosotras y nuestras pasiones: lloramos, nos reímos, nos enojamos, nos peleamos, negociamos, nos enamoramos.
Y pasó la marcha. Más de 80 mil mujeres desplazándose, circulando en ese espacio público del que nos relegaron.
Todas una. En tetas. Pintadas. Grafiteando. Gritando. Cantando colectivamente. Invitando a las mujeres que se asomaban desde algún balcón: “Mujer, escucha, únete a la lucha”.
Un sólo cuerpo. De blancas, de negras villeras, de gordas, de tortas, de travas, de trans, de migrantes.
Un cuerpo político irrumpido por ellos, los varones presentes. Circulando “pasivamente”.

La iglesia, la policía, ellos. Y Nosotras
En la marcha se llega a la iglesia.
La iglesia y sus mandatos al servicio de la heteronormatividad.
Su yugo de la maternidad obligatoria, de la mujer sumisa y devota, de la sexualidad a los fines de la reproducción.
Se llega hasta cada una de las iglesias y catedrales para repudiar a la iglesia católica apostólica romana, no como credo sino como institución patriarcal, y como tal enemiga de nuestros derechos. Para repudiar al Estado que la banca, y no sólo ideológicamente sino con asignación presupuestaria. Y para repudiar también a la policía que protege a los que nos matan, a los que nos golpean, a los que nos violan.
Y al llegar se despliegan imágenes. Imágenes que hablan.
La cantidad de policías. Los Varones. Periodistas (también hombres). Una especie de plástico y las vallas que protegen a la iglesia. A los fieles y a los polis. La iglesia plastificada. La fuerza represora protegida y agazapada: no están porque no se ven.
Pero si están.
Están esperando que algo, cualquier cosa: una botella, una piedra, un palo les dé la excusa para justificar la represión.
Y otra foto. Otra imagen. Que después sale en los diarios.
Contada por ellos.
Y entonces... ¿por qué la represión?
Y ensayamos también otra respuesta, que nos llevó a otras reflexiones. Que tienen que ver con los argumentos que intentamos frente a la pregunta de Yanina.
Con la iglesia, con la policía y los varones.
Esa tríada que históricamente nos reprimió.
Pensamos otra vez en ellos.
Que no se bancan no ser protagonistas.
No poder serlo.
Pensamos en sus modos de interpelar y de poner el cuerpo. Modos que responden a las micropolíticas del macho. Que nada tienen que ver con las nuestras.
Evitemos que se nos metan en nuestro (s) cuerpo (s), que se encarnen en nuestras ideas.

Cada año son más- aunque por ahora sean “pocos”- los varones que de un modo “pasivo”, subrepticio, solapado, “participan” del Encuentro.
Son ellos tomando ese espacio que tanto nos costó ocupar.
Para 'bancar' nuestra lucha.
Pero no hace falta. No durante el encuentro. No de ese modo. Nosotras ya luchamos solas. Llevamos muchísimos años haciéndolo y 31 encuentros visibilizándolo.
Armen o participen de sus propios espacios.
No hablen por nuestros derechos ni hagan suyas nuestras reivindicaciones.
Denuncien y renuncien a sus privilegios.
Eso nos es suficiente.

(*) Nos referimos al macho en referencia al varón patriarcal.
Y cuando hablamos de varones lo hacemos en referencia a varones cisgénero.



viernes, 14 de octubre de 2016

PARO NACIONAL DE MUJERES








 Esta fotografía pertenece a la performance de una artista feminista guatemalteca, Regina José Galindo, de la serie "No perdemos nada con nacer" en donde la artista explica: "Metida en una bolsa de plástico transparente, como un despojo humano soy colocada en el basurero municipal de Guatemala" [1]. Esta performance del año 2000 nos interpela muy profundamente en la actudalidad, porque en Argentina nos están matando, y nos están obligando a reclamar que "vivas nos queremos".

El femicidio de Lucía Ríos en Mar del Plata, mientras 70.000 mujeres marcahaban juntas en Rosario, y el cuerpo de una mujer encontrado en La Matanza, se suman a una lista infinita de mujeres que aparecen muertas, violadas, vejadas, golpeadas, insultadas, mutiladas, acosadas... Como no existen estadísticas serias, no sabemos si la violencia contra nosotras se está recrudeciendo o es que los medios masivos de comunicación -cómplices en cimentar la violencia simbólica contra nosotras-  decidieron mostrarla más, pero lo que si sabemos es que las violencias contra las mujeres llegó a límites intolerables.

Hay si, una diferencia con la situación hace unos años atrás. Cuando una mujer era asesinada por razones de género, por misoginia, cuando era humillada, mutilada, vejada, los medios de comunicación la presentaban como una mujer muy particular y eso tenía efecto en el colectivo de mujeres. La presentación de esas mujeres como culpables de su propia muerte lograba que algunas (muchas) mujeres no se identificaran con la mujer víctima, porque se resaltaban los detalles que nos alejaban de ella: que no nos vestimos igual, que no andamos por los mismos lugares, que no nos relacionamos con la misma gente, en fin...que no somos ella.

Hoy la situación es diferente: el femicidio de Lucía Perez nos duele en el cuerpo, no sólo por sororidad, sino porque TODAS SOMOS ELLA. No sólo sabemos que ninguna está exenta de la violencia machista, sino que si tocan a una, nos tocan a todas. Hoy más que nunca entendemos que a los agresores les da miedo nuestra libertad -no es casualidad que también durante el Encuentro Nacional de Mujeres en 2015 en Mar del Plata asesinaron a más de 5 mujeres en una semana-. Pero, como es tradición dentro de los movimientos feministas, no estamos dispuestas nosotras a temerle a nuestra libertad. Porque hoy, aunque no nos conozcamos, aunque militamos en distintos partidos políticos, aunque vivamos en distintas ciudades, estamos organizadas. Y simplemente no vamos a permitir que nos arrebaten lo que tanta lucha costó conseguir: el derecho a ser quienes queramos, el derecho a circular por el ámbito de lo público, el derecho a encontrarnos y amarnos.

Y quienes no lo entiendan, tomen nota: la nuestra no es una demanda exagerada: nos matan jóvenes, viejas, de mediana edad, nos matan por salir afuera y nos mata nuestro marido dentro de casa, nos matan por negarnos a tener sexo y nos matan por tener demasiado sexo, nos matan por viajar "solas" y nos mata nuestro acompañante, nos matan si denunciamos y si no denunciamos, nos matan si escapamos y si nos quedamos, nos matan por odio (y no "por amor" como algunas canciones misóginas nos quieren hacer creer) en definitiva: nos matan  por desobedecer, una de las virtudes más lindas que me enseñaron otras mujeres. Pues aquí seguiremos, desobedienciendo. 

El miércoles día 19 de octubre está convocado el primer paro nacional de mujeres. Para reflexionar, para demandar y para marchar. Nos vemos en las calles.



¡VIVAS NOS QUEREMOS!

Julieta Evangelina Cano



[1] Pueden recorrer la obra de la artista en su página web: http://www.reginajosegalindo.com/

martes, 26 de julio de 2016

El derecho a amamantar

Hace unos días, en una plaza de San Isidro, una mujer fue obligada, por personal policial, a retirarse de una plaza pública, por pretender amamantar a su bebe de ocho meses. El hecho fue ampliamente difundido en las redes sociales, y se convocó, para el sábado 23 de julio un "pique-tetazo" en varias ciudades del país simultáneamente, a mujeres y madres a amamantar a sus bebxs en las plazas públicas como respuesta a una intervención estatal (porque la policía local no deja de ser el Estado) coartadora, no sólo de los derechos de la madre y de su hijx, sino se la circulación por el espacio público de las mujeres.



La cuestión es bastante sencilla: si nos prohíben a las mujeres amamantar en público, la lógica indicaría que aquellas que decidimos ser madres deberíamos recluirnos en nuestros hogares (dado que lxs bebxs deben lactar a demanda y no cuando los trámites y obligaciones citadinas lo permitan). Este tipo de actitudes refuerzan un ideal de domesticidad asociado a lo femenino, y simbólicamente lo que le sucedió a Constanza Santos, es muy fuerte para la construcción de nuestra subjetividad. Pero la respuesta, claramente feminista, también envió un mensaje importante a la sociedad. En principio, un mensaje de sororidad: las mujeres salimos a las plazas a amamantar para dar cuenta que este hecho no nos pasa desapercibido, y que lo que le pasa a una, nos pasa a todas. Todas somos Constanza. Con ello se desarticula una de las principales mentiras del Patriarcado: que la otra mujer es mi principal enemiga. Esta es una de las construcciones que sustentan al Patriarcado, dado que, tal como lo planteaba Simone de Beauvoir en 1949, las mujeres tenemos más solidaridad de clase con nuestras parejas varones que solidaridad de género con otras mujeres, a pesar de compartir opresor.

Otra de las operaciones del Patriarcado bastante frecuente en los medios de comunicación, es la personalización de las mujeres víctimas tal al extremo, que genera o produce que el resto de las mujeres no nos identifiquemos con ella. Con esto quiero decir, por ejemplo, cuando se describe hasta la minuciosidad las características de una mujer víctima de violencia, y se resaltan aspectos que a nadie debiera interesarle, para que el resto de nosotras nos alejemos de ella, y no nos sintamos que eso que le pasó a esa mujer nos puede/nos pasa a todas. Esto se ve claramente con las víctimas de violencia sexual o femicidio. El mensaje de los medios siempre es: "no le pasó por ser mujer, le pasó porque le gusta el sexo demasiado, porque se vestía provocativa, porque había dejado el colegio", bla bla bla. Se desvía intencionalmente la causa de la violencia: las desigualdades de género y no nos permite concentrarnos en que ser mujer en un entorno patriarcal, significa correr riesgos. En este caso del "pique-tetazo", pasó al revés: en seguida todas nos vimos afectadas, en seguida todas, feministas y aquellas que no adhieren al término, comprendimos que lo que le pasó a Constanza, nos pasa a todas, madres o no. Y eso es para reivindicar.

Relacionado con lo anterior, el otro mensaje que envió la organización espontánea de mujeres para reivindicar los derechos de todas, es que, tal como se planteó en los años ´70, lo personal es político. Lo que muchxs consideran algo del ámbito de lo privado, sale a la arena pública para problematizar y subvertir los mandatos.

Por último, no está de más recordar algunos de los objetivos del artículo 4º de la Ley 26.873 de promoción de la lactancia materna, que rige en todo el territorio de la nación:
  • Propiciar la práctica de la lactancia materna.
  • Promover acciones y formular recomendaciones en los subsectores público estatal, privado y de la seguridad social, respecto a las condiciones adecuadas de la lactancia materna e incentivar, en su caso, su incorporación;
  • Informar sobre la importancia del adecuado estado nutricional de las mujeres en edad fértil y en especial desde el embarazo, y promover su apoyo nutricional hasta los veinticuatro (24) meses de vida de sus hijos;
  • Difundir la importancia de los beneficios de la lactancia materna por medio de campañas y por todos los medios que arbitre la autoridad de aplicación;
  • Concientizar y capacitar a la población en general, a los agentes de salud, a los promotores sociales y a los padres en particular, acerca de los beneficios y ventajas de la lactancia materna y de la correcta utilización de alimentos sucedáneos y complementarios.

Una última reflexióndeviene pertinente: la importancia de las redes sociales para tejer sororidad entre mujeres y trascender las puertas del hogar, muchas veces sin salir del mismo. Comparto una publicación que circula por facebbok que me resulta muy valiosa para esta ocasión:



Abrazo feminista!

Julieta Evangelina Cano


jueves, 19 de mayo de 2016

Viviendo la sororidad: gestando en grupo

En la búsqueda de un parto y un nacimiento respetado, cuando quedé embarazada decidí transitar todo el proceso del embarazo con un médico obstetra "amigable" que creyera en el poder de las mujeres, que respetara los saberes que tenemos sobre nuestros cuerpos y que nos animara a empoderarnos en este momento tan particular y único que es el embarazo.
Así es como nos encontramos con Fernando, que no trabaja sólo, sino que está acompañado de tres mujeres maravillosas, las parteras Andre, Magui y Barbi. Ellxs nos propusieron una forma de trabajo novedosa: "gestar entre pares". Las consultas médicas y el monitoreo del embarazo se hizo en un entorno grupal: 8 parejas que tenían fecha probable de parto en el mes de mayo de 2016 nos reunimos dos veces por mes (en la última etapa del embarazo) para charlar sobre distintas cuestiones del proceso: la lactancia, el trabajo de parto, el plan de parto, como también sobre el linaje materno y reuniones artísticas a las que sólo concurrimos las mujeres gestantes. En ese contexto, cada pareja dedicaba unos minutos dela reunión a escuchar el corazón de su bebé y a sacase dudas puntuales de su proceso de gestación.
Este proceso que la hegemonía médica te propone vivirlo de manera  individual y encararlo desde la patología, nosotrxs lo vivimos de manera grupal y desde la salud física, mental y emocional. En este gestar en grupo, hay 7 mujeres que siempre serán parte de mi vida y de la de mi hija: Pauli, Tami, Ame, Paula, Lau, Sofi y Sara. 
Transitamos los embarazos colectivamente,  compartimos las alegrías, las angustias, la incertidumbre, lo nuevo, lo que nos asustaba, todo. Gestar en grupo se transformó en la experimentación de la sororidad entre mujeres a pleno. Todas compartimos nuestros saberes, y valoramos los saberes de las otras... tejimos redes de affidamento entre nosotras, encontramos la autoridad en nuestros conocimientos y sensaciones. Nos constituimos en las protagonistas de nuestros embarazos, aprendimos a conocernos y reconocernos en este proceso que tiene mucho compromiso corporal y emocional, y que demanda mucho de nosotras. Siempre que alguna tenía una demanda, había otra de nosotras que la "socorría", ya sea personalmente o por intermedio de las redes sociales -que se convirtieron en otra red imprescindible para estar siempre conectadas-.
Este proceso no terminó con el nacimiento de nuestras/os hijas/os, sino que continúa en el puerperio y el la crianza. Estamos enredadas, nos queremos y todas somos parte del proceso de la otra, porque el proceso fue y es colectivo.

Esta entrada es sólo para compartir que hay otras formas de vivir los procesos, en dónde lo fundamental es encontrarse, reencontrarse entre mujeres, y dejar que fluya. El patriarcado nos socializó para desconfiar de la-otra que tengo al lado o en frente. Las redes de mujeres son una subversión al orden planteado, y son una fuente de poder que permite empoderarnos y reposicionarnos subjetivamente en un lugar diferente al asignado por el sistema patriarcal. Las redes de mujeres que recuperan y revaloran los saberes que traemos son la vía para la emancipación. 

Julieta Evangelina Cano

viernes, 22 de abril de 2016

Reflexiones acerca del embarazo y la circulación por el espacio público

Hace un tiempo vengo reflexionando acerca de ciertas cuestiones en las cuales el feminismo tiene posturas encontradas. Una de ellas tiene que ver con la igualdad, y el trato igualitario. Hay cierta parte del feminismo que plantea que un trato igualitario no debe reparar en los cuerpos sexuados de lxs individuxs y tratar exactamente igual a varones y a mujeres; y otra parte del feminismo plantea la posición opuesta: lograr la igualdad necesariamente requiere un trato diferenciado.

Siempre me sentí más cómoda con la segunda propuesta: el trato diferenciado, pero no basado en una creencia en la vulnerabilidad "intrínseca" que nos quieren adjudicar. No se trata de un trato diferenciado "protector" de nuestra feminidad, sino reconocedor del lugar en donde nos ubica el patriarcado, y de alguna manera reparador. Una especie de medida de acción positiva -medida que permite un trato diferenciado a un grupo particularmente discriminado para reparar esa discriminación mientras tal discriminación persista en el tiempo-. En un lugar en donde encontramos una referencia explícita a este tipo de medidas es en el texto de la CEDAW en su artículo cuarto:

1. La adopción por los Estados Partes de medidas especiales de carácter temporal encaminadas a acelerar la igualdad de facto entre el hombre y la mujer no se considerará discriminación en la forma definida en la presente Convención, pero de ningún modo entrañará, como consecuencia, el mantenimiento de normas desiguales o separadas; estas medidas cesarán cuando se hayan alcanzado los objetivos de igualdad de oportunidad y trato.
2. La adopción por los Estados Partes de medidas especiales, incluso las contenidas en la presente Convención, encaminadas a proteger la maternidad no se considerará discriminatoria.

Cuestión que estas reflexiones la agudizaron en relación con cierta noticia, aparentemente falsa en donde se decía que se prohibía a las mujeres mexicanas amamantar en público. Independientemente de lo falsa de la noticia, lo cierto es que no me sorprendió que algo así pudiera pasar y me puse a pensar que este tipo de medidas estarían acordes con un ideario patriarcal que controla la circulación de las mujeres por el espacio público. Y no sólo la controla, sino que además la restringe mediante el acoso sexual callejero, el acoso sexual laboral, la violación como mandato, etcétera. Una medida que prohibiera amamantar en público respondería a la misma causa, y por ello no me sorprendió. Como también está ligada con la idea de la domesticidad de las mujeres y de que el mejor lugar para nosotras siempre es el hogar (aunque de hecho sea en donde corremos más riesgo por la violencia machista en la pareja).

Imagen extraida de: http://www.alasbarricadas.org/noticias/node/28628 (22/04/2016)

Luego de pensar en estas cuestiones, reflexioné sobre la circulación de las mujeres embarazadas por el mundo de lo público. Existe cierto feminismo más liberal que plantea que los embarazos son una decisión de las mujeres (afirmación altamente discutible en un país que penaliza el aborto) y que por ello no deben tener ningún "beneficio" al respecto. Pensemos por ejemplo en una mujer que asista a las clases en la universidad, y que por razón del embarazo, parto o puerperio deba faltar a sus clases. ¿En cuántas facultades actualmente está considerada esta posibilidad para que esa mujer no pierda la cursada? ¿Tiene o no que tener un régimen especial la mujer embarazada? ¿Se le debe dar el lugar en el micro? ¿Se la debe dejar pasar primero en el banco? ¿Tiene o no tiene que tener prioridad de algún tipo?

Lo cierto es que si estas posibilidades no existen para las mujeres embarazadas, lo que se propone es que su circulación por el espacio público sea más difícil. Pienso: una mujer embarazada a la que no se le cede asiento en el micro y debe ir parada todo el viaje como cualquier otrx pasajerx. Convengamos que los micros no circulan suavemente por la ciudad. Se puede golpear, se puede caer, como ya ha pasado. El resultado: evitar lo más posible la circulación. Este ejemplo puede extrapolarse a cualquier situación que plantee una "prioridad" o "beneficio" para las mujeres que atraviesan este proceso.

Independientemente de que es necesario problematizar a la maternidad como mandato patriarcal -siendo que bien puede ser una experiencia transformadora y reveladora para aquellas mujeres que lo desean-, existe una necesidad práctica de género que requiere que a las mujeres embarazadas puedan circular por el espacio público, la misma justificación se aplica para las licencias laborales por maternidad, por ejemplo. Los cuerpos de las mujeres embarazadas imponen límites reales y simbólicos. No creo que podamos abstraernos de esa realidad y hacer como que "nada sucede" porque en un embarazo, sucede todo, y todo junto. Y porque nadie se queda embarazada para no viajar parada en el micro: Simplemente poder viajar sentada, o no perder la cursada en la universidad, o tener una licencia por maternidad en el trabajo hacen un poco más fácil nuestra circulación por el espacio público, y que no terminemos recluidas en nuestro hogar-gineceo por atravesar un proceso que muchas veces ni siquiera decidimos a nivel consciente: en parte por la prohibición del aborto, en parte por la socialización diferenciada que identifica a las mujeres con la maternidad, y en parte porque no decidimos nacer con un útero que tenga capacidad de gestar.

Julieta Evangelina Cano









lunes, 14 de marzo de 2016

El viejo deporte de criticar mujeres

Esta entrada es más bien una reflexión al respecto de lo extendido que se encuentra el hábito de criticar mujeres. Si escuchamos atentamente, veremos que en cualquier conversación es fácil criticar a una mujer, por el hecho que sea: en la cola de un banco, dentro de un taxi, en una reunión familiar, esperando un colectivo...creo que luego de hablar del clima, criticar a las mujeres es una de las opciones favoritas entre personas que se conocen y personas que no se conocen.

Y las críticas están muy extendidas sobre todo entre mujeres. Mujeres criticando mujeres, situándose muchas veces en un lugar de superioridad que no es tal, en un lugar de complicidad con el opresor que no hace que desnudar aquello que Simone de Beauvoir dijo una vez: "El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre l[a]s propi[a]s oprimid[a]s”.

Autora de la imagen: Maitena


Leyendo a Marcela Lagarde en El feminismo en mi vida, me he dado cuenta de que la crítica a las mujeres como un hecho deportivo, por el sólo hecho de ser mujeres, es una manifestación de misoginia:

"Hay misoginia en las relaciones entre las mujeres cuando nos descalificamos y enjuiciamos con la vara de medir de la sexualidad o de cualquier deber, como buenas o malas, y cuando calificamos a quienes no comprendemos como enfermas, inadecuadas, o locas. Somos misóginas cuando nos sometemos a dominio unas a otras y aprovechamos la opresión a la que estamos sometidas para usar, abusar, explotar, someter o excluir a otra mujer, y lo somos igualmente cuando usamos esos recursos para lograr el beneplácito de los hombres o de quienes detentan poderes. La misoginia está presente entre nosotras al obtener valor de la desvalorización de otras mujeres y al adquirir poderes apoyadas en su discriminación, su sometimiento o su eliminación. Las mujeres somos misóginas cuando anulamos, desconocemos, desvalorizamos, hostilizamos, descalificamos, agredimos, discriminamos, explotamos y dañamos a otras mujeres, y además, creemos ganar en la competencia dañina y que somos superiores a otras, y ni siquiera nos damos cuenta que todas somos inferiorizadas y que incrementamos la opresión de todas al ganar entre nosotras poderío patriarcal. [...]  Y la misoginia alcanza su radicalidad, si las cuando las mujeres establecemos alianzas misóginas con los hombres y creemos que son alianzas, cuando en realidad sólo son formas de servidumbre voluntaria" (Lagarde, 2012:24).

Si reflexionamos en profundidad, aun queda mucha misoginia en la forma de expresarnos sobre otras mujeres, y eso se evidencia en cómo somos las mujeres, objeto favorito de crítica.

A las mujeres se las critica por cómo se visten, porque tienen ropa muy provocativa y son muy jóvenes, y también porque tienen puesta ropa muy provocativa y en realidad "ya no son tan jóvenes" para lucirlas. Además, se critica mucho a las mujeres que no tienen hijxs, pero a las que tienen demasiadxs hijxs se las critica mucho más. A las que dejan a sus hijxs para ir a trabajar se la critica, y a que no lo hacen y se queda en casa con ellxs, también. Si decidió ser madre soltera se la critica y si acaso osa tener espacios propios de ocio y esparcimiento sin sus hijxs es doblemente criticada.

La maternidad es un hito en la vida de las mujeres para criticarlas. Si deciden tener un parto en casa, se las critica, si deciden amamantar, o no hacerlo, se las critica. Si se toman licencias en su trabajo para cuidar de sus hijxs, o priorizar el embarazo, se las critica, incluso aunque es un derecho logrado después de varias luchas. Si el/la bebé es muy pegadizo a su mamá, se critica a la mujer madre. Si la crianza es disruptiva de los estereotipos de género, también se las critica.

Se critica mucho a las mujeres de la farándula, por lo que dicen, por lo que hacen, por lo que muestran y por lo que no muestran. Se critica a las mujeres en la política, aunque generalmente la crítica no está relacionada con su gestión.

Y se critica mucho a las mujeres que sufren violencia, porque se cree que en el fondo -y en la superficie- ellas son las culpables de las violencias que sufren, y ni hablar si sufrieron algún abuso sexual o violación. Pongamos un ejemplo: una conocida les comenta que la noche anterior salió a divertirse, que conoció a un muchacho muy agradable, pero que esta mañana se despertó en un lugar desconocido, sin su ropa, con marcas de aguja en sus brazos y sin recordar muy bien lo que le había pasado, pero que sabía que había sido abusada sexualmente. Una gran parte de sus interlocutorxs pensará: "¿¿¡¡y por qué te fuiste de copas con un desconocido??!!". Sólo un número pequeño (cada vez mayor por suerte) pensará en ¡¡¿¿por qué hay alguien haciéndole eso a las mujeres??!!. Y obviamente después será criticada por ello.

Una vez una profesora mía (Marisa) me dijo que lo que el feminismo le había enseñado había sido "suspender el juicio". Comparto el aprendizaje. El feminismo enseña sobre empatía y enseña a ver a la otra como una sujeta, como una igual. El feminismo ayuda a correr el velo de complicidades espurias que nos siguen colocando en lugares de subordinación. El feminismo se trata de sororidad. Y para ello, vuelvo a traer a Marcela, la maestra:

"La sororidad es una solidaridad específica, la que se da entre las mujeres que por encima de sus diferencias y antagonismos se deciden por desterrar la misoginia y sumar esfuerzos, voluntades y capacidades, y pactan asociarse para potenciar su poderío y eliminar el patriarcalismo de sus vidas y del mundo. La sororidad es en sí misma un potencial y una fuerza política porque trastoca un pilar patriarcal: la prohibición de la alianza de las mujeres y permite enfrentar la enemistad genérica, que patriarcalmente estimula entre las mujeres la competencia, la descalificación y el daño. Nada más dramático y doloroso para las mujeres que ser sometidas a misoginia por las pares de género, por las semejantes (Lagarde, 1989). Lograr la alianza y usarla para cambiar radicalmente la vida y remontar la particularidad genérica (Heller, 1980), reconstituye a las mujeres y es un camino real para ocupar espacios, lograr derechos, consolidar protecciones entre mujeres y eliminar el aislamiento, la desvalía y el abandono" (Resaltado propio, Lagarde, 2012:34).

Julieta Evangelina Cano