jueves, 15 de agosto de 2013

Elige tu propia aventura: violencia institucional


Primer caso: en una comisaría cualquiera en la ciudad imaginaria

Marta se encuentra en la esquina de la comisaría de seguridad de su pueblo. No es la primera vez que llega a esta instancia, y vuelve a meditar si dar el paso y entrar, o volver por el camino que vino. Alguna vez, no hace mucho tiempo, había denunciado, pero las cosas se habían compuesto en su casa, y decidió retirar la denuncia realizada, al fin y al cabo, "no hay nada que el amor no cure", aunque su alma está lejos de sanar. Los recuerdos la atormentan, el solo pensar en los golpes y gritos recibidos le hacen poner la piel de gallina. Una lágrima se le resbala por la mejilla, y en un arrebato decide a entrar a hacer la denuncia. El camino recorrido por Marta es largo, trató de componer su situación matrimonial por medio de muchas estrategias, pero su marido siempre volvió a comportarse agresivamente, aún habiendo jurado y prometido no volverlo a hacer nunca más.
Un poco por los chicos, un poco por el amor que una vez fue, pero mucho más por miedo fue que nunca denunció. Miedo a quedarse sola con los chicos, miedo a quedarse sin los chicos, miedo a la insolvencia económica, y miedo a como puediera reaccionar hacer aquella persona que alguna vez había amado profundamente.
Marta entra a la comisaría, temblando de frío y de miedo. Tiene un ojo morado, le duele el golpe en la costilla derecha y renguea por las patadas recibidas en los riñones.
Polícia: -si, señora...
Marta:- mm...hola, yo vengo a hacer una denuncia
Policía:- no me diga que otra vez va a hacer la denuncia contra su marido para despues volver con él como la otra vez...
Marta (se queda consternada y contesta):- esta vez es diferente, él...se pasó esta vez...otra vez...él me había prometido... (y estalla en llanto).
Policía:- mire señora, este es un problema de pareja, Ud. tiene que ir y hablar con él, si quiere nosotros podemos citarlo y decirle que tiene que comportarse, pero esto no se arregla denunciandolo.

Marta comprendió. De acuerdo a lo que le dijo el policía, no había forma de salir de esta situación, la policía no la iba a ayudar.

Segundo caso: en un hospital cualquiera en la ciudad imaginaria

Camila llega sola y muy asustada a primera hora al hospital de la ciudad. En medio de una crisis de nervios, llorando desesperada, tuvo que hacer un esfuerzo para calmarse y contar lo que le había sucedido. La atiende personal sanitario y le pregunta qué fue lo que le pasó que la tiene así. La verdad es que se preocupan por la situación:
Camila:- Bueno...pasa que yo estaba...ayer me fui a un bar con unas amigas, y despues me quedé sola...y conocí a un chico, tomamos algo juntos y despues no me acuerdo más nada...pero me desperté hoy en un lugar raro, yo nunca había estado ahí..bueno y estaba desnuda y...(Camila rompe en llanto, es difícil no imaginarse que es lo que sigue en su relato, el personal sanitario sólo la escucha y la mira, no interviene para nada, ni para darle un vaso de agua)...bueno, creo que él me violó, porque yo estaba desnuda y no me acuerdo de nada, creo que me puso algo en el trago, la verdad es que no se....
Personal sanitario: bueno m´hijita, vamos a hacer las pruebas si es lo que queres...pero no te parece que es bastante imprudente tomar un trago con cualquiera por ahí...despues te pasa lo que te pasó, te das cuenta?

Camila comprendió. Ella intuía que la culpa era suya, pero en el hospital se lo habían confirmado. Quizá le había pasado lo que se merecía por haber tomado un trago con un extraño, cuando ella sabía que no debía hacerlo, se tendría que haber quedado en casa.

Tercer caso: en un tribunal del trabajo cualquiera en la ciudad imaginaria

Marcela intenta explicar en la audiencia de vista de causa lo que ella sintió durante su desempeño en la empresa. El acoso, los piropos, las miradas, los acorralamientos en la escalera, los llamados telefónicos, todo lo que su jefe había hecho que la había desequilibrado emocional y personalmente y que la habían llevado a renunciar. Tardó en demandar, tardó en comprender que ella no era la responsable, pero el Juez 1, reflexionando en voz alta, dijo:
-Pero señora, según consta en autos, Ud. siempre iba vestida muy provocativa, con faldas cortas y según los testimonios, Ud. tenía una relación muy cercana con el demandado, lo que entiendo es si era una relación consentida, por qué estamos aca...

Marcela comprendió. El no de las mujeres no existe, y no hay forma que los varones lo entiendan, ellos siguen pensando que estamos a su disposición. No tenemos voz.

Violencia institucional

La ley 26.485 define en su artículo 6, inciso b, una de las modalidades que puede asumir la violencia contra las mujeres, caracterizando a la violencia institucional de la siguiente manera:

"aquella realizada por las/los funcionarias/os, profesionales, personal y agentes prtenecientes a cualquier órgano, ente o institución pública que tenga como fin retardar, obstaculizar o impedir que las mujeres tengan acceso a las políticas públicas y ejerzan los derechos previstos en esta ley. Quedan cmoprendidas, además, las que se ejercen en los partidos políticos, sindicatos, organizaciones empresariales, deportivas y de la sociedad civil"


De acuerdo a lo relatado a forma de ejemplo al principio de esta entrada, lo que queremos poner de resalto es que la violencia institucional es una de las manifestaciones más graves de la violencia contra las mujeres, porque es la que le da el mensaje a la mujer de que no hay nada que hacer, de que no tiene a quien recurrir y que el Estado está ausente para ella. La estigmatización, los prejuicios, los estereotipos y un gran esfuerzo por mantener el statu quo lleva a que varones, y también mujeres, no le den la respuesta que la mujer víctima o en situación de violencia necesita y espera. No perdamos que vista que el recurrir a ayuda para una mujer en estas circunstancias es un gran paso, muchas veces meditado por demás, que encaran con mucho miedo. Si del lado de las instituciones encontramos respuestas como las dramatizadas, coadyuvan a confirmar ese sentimiento de que no hay salida de la violencia.

La violencia institucional es pasible de sanción, ya que está restringiendo derechos humanos de las mujeres. Si tenemos noticia de instituciones que violentan y re victimizan a las mujeres que acuden, hay que denunciarlas porque su accionar es siniestro en las consecuencias: desamparo para las mujeres, impunidad para los varones.

En el primer caso de Marta, el personal policial le dice que es una cuestión de pareja, que hay que resolverlo en la pareja, es decir que si las cosas no están bien en su matrimonio, alguna culpa le cabe a Marta que no sabe cómo resolverlo puertas adentro. Vale aclarar que la violencia contra las mujeres, hoy gracias a la lucha de los colectivos feministas, es una cuestión de interés público, ya no más del ámbito doméstico. En el caso de Camila, el personal sanitario le hace saber que toda la responsabilidad es de ella por no hacer lo que se espera de ella, pero no se cuestiona que haya alguien que ande drogando y violando mujeres en la noche urbana, pareciera que es el precio que hay que pagar por circular por el espacio público. En el caso de Marcela, la institución le confirma que por su condición de mujer no tiene voz para decir que no a las insinuaciones sexuales de su jefe, que de alguna manera, ella provocó con sus faldas cortas. 

Lo paradójico es que las instituciones responsabilizan a las mujeres por la violencia sufrida. Eso vuelve a ser violencia, y de la peor. Otra vez quien debe ayudar violenta, y la espiral de que no hay salida y de que no tiene sentido pedir ayuda se agudiza. Para evitar estos hechos que suceden en ciudades no tan imaginarias, debemos reforzar la información y sensibilización en esta temática para los funcionarios pertenecientes a la policía, poder judicial, personal sanitario y todas aquellas a las que el Estado mande a tomar intervención en este clase de hechos. Es un camino largo, pero realizable, no dejemos que el mensaje de desesperanza prospere.

Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino

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