martes, 5 de noviembre de 2013

Masculinidad hegemónica y patriarcal ¿qué mecanismos actúan para que la sociedad la sostenga?

Sabemos que las relaciones intergéneros a lo largo de la historia se dieron (y se dan) en un contexto de jerarquización, en donde aquellas personas pertenecientes o que ostentan el género masculino se sitúan por sobre aquellas que detentan el género femenino, en donde la organización social es binaria, y quedan fuera todas otras categorizaciones que no se correspondan con la dicotomía femenino/masculino. Esta construcción jerárquica es cultural (puede verse la entrada: "La inferioridad femenina: una construcción social") e implica que lo que queda fuera del binomio (construido) es rechazado y marginalizado por el pensamiento dominante.
Dijo Simone de Beauvoir: "no se nace mujer, llega una a serlo" (1981:13), y esta frase también podríamos aplicarla a lo masculino. La construcción de la masculinidad, al igual que de la feminidad heterodesignada -en los términos de Valcárcel- y hegemónica, está plagada de estereotipos que definen lo que es ser un "varón de verdad"; estereotipos que se encuentran tan naturalizados en nuestra organización social, que es difícil percatarse de su origen contruido. Intentaremos, como diría Hugo Huberman, "cuestionar lo obvio".


En primer lugar, podemos observar que lo masculino hegemónico se define por la negativa: ser un "verdadero" varón implica no ser mujer (y alejarse lo más posible de aquello considerado femenino), no ser un niño, y por supuesto, no ser homosexual. El ser masculino es un ser puesto a prueba constantemente, siempre tiene que demostrar que es "bien varón". Cualquier conducta, gesto o sentimiento que aflore y que lo aleje de ese mandato dominante, implica un esfuerzo mayor en demostrar la "verdadera" masculinidad. Observemos por ejemplo, qué sucede cuando un niño elige jugar con juguetes considerados de niña: un caos familiar se avecina porque el varoncito no está captando a qué orden de género pertenece... como si un juguete pueda definir su identidad...para algunxs, pareciera que así es. (Puede verse la entrada: ""Juguetes rabiosos: la odisea del día del "niño")

Además del "no ser", hay muchos otros "deber ser" que definen al varón siempre desde la masculinidad hegemónica. El ser varón implica ser, por lo menos, proveedor y protector. El "ser proveedor" se relaciona con el trabajo remunerado y ser el sostén del hogar. No se concibe que un "verdadero varón" no aporte al sostén económico familiar, y que no lo haga en una medida importante. Es por ello que cuando los varones sufren desempleo o ganan menos dinero que sus compañeras sienten su autoestima reducida, ya que la definición de su ser es proveer y no hacerlo, es un atentado a su propia identidad de varón. 
Por otro lado, el varón debe ser también protector: de su familia, de su esposa, de sus niñxs, de su casa. El ser protector nos habla de la otra cara de la misma moneda: la debilidad, inscrita en aquellxs que no son él: su mujer y sus hijxs. Si alguien es débil o vulnerable por definición, debe existir alguien que proteja. Podemos ver entonces, cómo los estereotipos de la masculinidad y de la feminidad se construyen vincularmente y en pares duales. Esto se ve claramente en la reticencia absoluta de muchos varones a ir al médico: el varón protege, no es protegido de él mismo.
Este estereotipo protector masculino se relaciona íntimamente con la violencia. El varón protector debe, si el caso lo requiere, responder las agresiones de manera violenta, porque es una respuesta que está legitimada para lo masculino. Como contraparte, si una mujer atenta contra el honor del varón, éste también se "encontraría legitimado" a responder violentamente. ¿y qué conductas que provengan de una mujer pueden atentar contra el honor masculino? La lista es larga, discrecional, mutable y adaptable a cada tiempo, lugar y caso en particular, y en lineas generales se desafía a lo masculino cuando no se cumplen con los estereotipos femeninos de la sumisión, dependencia, vulnerabilidad, etcétera. (Se pueden ver las siguientes entradas: "Porque te quiero te aporreo, mecanismos de la violencia de género en la pareja"; "Son aquellas pequeñas cosas... micromachismos de la vida cotidiana")
Además, al varón se le exige ser autosuficiente para ser adscrito a la categoría de varón. El varón no debe necesitar a nadie, el varón hegemónico se las arregla solito, ni siquiera  pregunta indicaciones sobre cómo llegar a un lugar si está perdido:  tardará más tiempo pero lo resolverá sin ayuda. 
Por último, el "verdadero varón" es heterosexual. Y en ese orden heteronormativo, el varón no puede controlar sus hormonas masculinas, por lo que se le justifica "consumir prostitución" o según el paradigma abolicionista "prostituir mujeres", infidelidades, e incluso violaciones, y si les resulta muy fuerte esta última observación, presten atención a las declaraciones del jefe del bloque de diputados kirchnerista en Santa CruzRubén Contreras, del 5 de septiembre de 2013. Tal y como dijimos en la entrada   "La trata de personas con fines de explotación sexual en Argentina tiene cara de mujer":

Creemos también que es importante la deconstrucción de mitos sobre la masculinidad que avalan estas prácticas que someten aún más a las mujeres (...) El que el varón tenga un apetito sexual insaciable es un mito que debe ser desechado de plano, porque ha justificado las aberraciones más imposibles: las violaciones y el abuso sexual, la esclavitud sexual en los contextos de conflictos armados y la prostitución de mujeres, entre otras. La masculinidad hegemónica y heterosexual nos hizo creer que los varones no podían resistir sin tener relaciones sexuales, cosa que no es cierto, y que además legitimó en las prácticas la total irrelevancia del consentimiento de la mujer para el acceso a su cuerpo. Hay que fomentar por ello la construcción de una masculinidad -o muchas- coherente con el respeto de los derechos del otro y de la otra.

Si podemos hablar de masculinidad hegemónica, es porque también estamos pensando en masculinidades subordinadas o subalternas que conviven con el modelo, pero desde una marginalidad más o menos relativa. Es importante que como sociedad nos cuestionemos que tipo de varones y qué tipo de mujeres estamos construyendo, porque la naturalización de los estereotipos de género que actualmente están en vigencia, justifican conductas violentas por un lado, y segregativas por otro, al no aceptar la diversidad. No hay una sola forma de ser varón o ser mujer, hay todas las que permitamos que haya. Los invitamos a profundizar en este tema, de la mano del cuadernillo sobre masculinidades: "Modelo para armar. Nuevos desafíos de las masculinidades juveniles" confeccionado por ONU Mujeres y la Campaña Lazo Blanco, entre otros.

Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino

  • Beauvoir, Simone de, (1981) El segundo sexo, Ed. Siglo Veinte, Buenos Aires.
  • Connell, R. W. (1997) "La organización social de la masculinidad" Isis Internacional Ediciones de las Mujeres No. 24: 31-48.
  • Manzelli, Hernan (2006) “Sobre los significados de ser hombre en varones jóvenes en el área metropolitana de Buenos Aires” Centro de Estudios de Población – CENEP / Universidad de Buenos Aires, Estudos Feministas, Florianópolis, 14(1): 336, janeiro-abril/2006. 

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