lunes, 10 de febrero de 2014

La construcción y deconstrucción de la(s) sujeta(s) mujer(es) desde los feminismos de la segunda ola

En esta hipótesis, mujeres y hombres no quieren decir sino lo que
les han hecho decir siglos de sujeción de unas por los otros.
Una vez superada la sujeción, no habría sino Sujeto,
de acuerdo con la afirmación humanista: el Hombre,
al fin, devuelto a su trascendencia, desalienado,
y des-alterado (Collin, 2006:29)


Desde El segundo sexo (1949) de Simone de Beauvoir se ha intentado la conceptualización y la construcción del sujeto femenino. Es esta obra la autora se pregunta qué ha supuesto para ella el hecho de ser mujer, y fue Sartre quien le insta a reflexionar sobre el tema, puntualizando que su educación no había sido la misma que se le da a un varón (Varela, 2005:83). Cuando Simone comienza a indagar, termina por conceptualizar a la mujer como lo-otro postulando que lo-uno es el varón, y esta visión no es intercambiable. En palabras de Nuria Varela: “Por ejemplo, si para un pueblo los otros son los “extranjeros”, para esos “extranjeros”, los otros serán quienes les llaman así. Es decir, el sentimiento de los otros es recíproco. Con la mujer no ocurre eso. El hombre en ningún caso es el otro” (Varela, 2005:84). De Beauvoir postula esta categorización como universal por estar presente en todas las culturas: el varón es lo universal y la mujer lo particular. A partir de aquí comienza el derrotero feminista, no sólo para la construcción de un sujeto/sujeta feminista sino también para dar cuenta de cuál es el fundamento de la opresión de las mujeres.
En los años ´60 y ´70 surge en U.S.A. el feminismo radical, que pretendía ir a las raíces de la propia opresión, como una reacción al feminismo liberal, inaugurado por Betty Friedman con su libro La mística de la feminidad. Esta rama del feminismo se caracteriza por “definir la situación de las mujeres como una desigualdad - y no una opresión o una explotación. Por ello, defienden que hay que reformar el sistema hasta lograr la igualdad entre los sexos” (Varela, 2005:102). 
El feminismo radical, utilizando las herramientas del marxismo, del psicoanálisis, del anticolonialismo y las teorías de la Escuela de Frankfurt (Varela, 2005) y politizando principalmente con el primero, aprovecha los elementos que esta teoría aporta para pensar la opresión
Al respecto nos parece interesante una reflexión de Collin: “La voluntad, común a las feministas, de superar la estructura de dominación que afecta a la diferencia de los sexos conduce así a posiciones antagónicas que también tienen en común, sin embargo, restaurar una afirmación metafísica del sujeto. En el primer caso, se trata del sujeto-mujeres, calificado de femenino —es la posición hoy llamada esencialista— y en el segundo —es la posición racionalista— se trata del sujeto humano. En una y otra hipótesis se sobreentiende lo que mujeres quiere decir: todo o nada. En uno y otro caso se impone una representación de la diferencia de los sexos, sea como determinable, sea como nula y sin valor” (Collin, 2006:30).
De este diálogo dialéctico que implica un rompimiento político con el marxismo, se logra un concepto propio: el patriarcado. La mujer no sólo estaba oprimida por el capitalismo, sino que además estaba oprimida por el patriarcado, es decir que sufría una doble opresión que los marxistas ortodoxos no llegaban o no querían ver, que de hecho ni Marx ni Engels habían visto tampoco (Haraway, 1991). La consecuencia es que la lucha no podía ir dirigida sólo contra el capitalismo como pretendían los varones, porque la especificidad del ser mujer necesitaba que esa lucha se concrete contra el patriarcado capitalista. Alexandra Kollontai fue una de las primeras en verlo.
Las feministas radicales, bajo el slogan “lo personal es político” llevan a la arena pública aquellos temas que tradicionalmente se consideraron pertenecientes a la esfera privada: la violencia contra la mujer, el trabajo doméstico, el cuidado, la sexualidad: “si lo personal es político, las leyes no se pueden quedar a la puerta de casa” (Varela, 2005:106), sobre todo cuando en realidad el Estado siempre ha regulado las cuestiones sobre la familia. Es importante tener en cuenta que: "Además de revolucionar la teoría política y feminista, las radicales hicieron tres aportaciones, como mínimo, igual de importantes: las grandes protestas públicas, el desarrollo de los grupos de autoconciencia y -menos espectaculares pero enormemente beneficiosos para las mujeres- la creación de centros alternativos de ayuda y autoayuda" (Varela, 2005:106).
La crítica más importante que se le hace a esta corriente del feminismo es que piensa al sujeto/sujeta feminista como “la mujer” perteneciente a una clase sexual homogénea; haciendo hincapié en el origen biológico de las diferencias: “El problema con el feminismo radical es que ha tratado de hacer esto abstrayendo el sexo de las otras relaciones de poder en la sociedad” (Einsenstein, 1980:50).
El objetivo de la revolución femenina, según Firestone no debe limitarse a la eliminación de los privilegios masculinos, sino que debe alcanzar a la distinción misma del sexo: las diferencias genitales entre los seres humanos deberían pasar a ser culturalmente neutras (Firestone, 1973) y a la par de la revolución del proletariado para acabar con el sistema de clases capitalista, la autora propone la confiscación del control de la reproducción para lograr la revolución feminista, ya que identifica la opresión femenina con el hecho biológico de reproducción. A esto Einsenstein responde: “… la clase sexual no es una opresión biológica sino una presión cultural (…) Las instituciones de la familia y el matrimonio, así como los sistemas legal y cultural que las protegen y que refuerzan la heterosexualidad, constituyen las bases de la represión política de las mujeres” (Einsenstein, 1980:52)
El feminismo socialista de Zillah Einsenstein (1980) también utiliza la teoría marxista para pensar la opresión de las mujeres, y también piensa en un patriarcado capitalista. Lo que se propone de esta corriente es atravesar las estructuras de poder de la sociedad patriarcal por todas las categorías pertinentes: “… debemos utilizar el método transformado para comprender los puntos de contacto entre la historia patriarcal y la historia de clase, y para interpretar la dialéctica entre sexo y clase, sexo y raza, raza y clase y finalmente, sexo, raza y clase” (Einsenstein, 1980:50)
Pensando en el origen de la opresión, del cómo y del por qué Einsenstein nos dice: “El patriarcado ha sido sostenido a través de la división sexual del trabajo y la sociedad, que ha estado fundamentada en el uso cultural, social y económico del cuerpo de las mujer como medio para la reproducción” (1980:58).
Una prueba material de que no podía pensarse en un/a sujetx únicx y uniforme fue la intervención de Domitila Barrios en la Tribuna del Año Internacional de la Mujer, organizada en México en 1975, en dónde interpela a Betty Friedman con la frase: “Si me permite Ud. hablar…” dando cuenta de las diferencias que existen entre las mujeres en razón de clase social, etnia, país de residencia, etcétera y desterrando la idea una única mujer homogénea. Las diferentes mujeres tienen reivindicaciones distintas de acuerdo a las categorías que las atraviesen. No es lo mismo ser una mujer de clase media, blanca y heterosexual en U.S.A. que una mujer negra, de clase baja, lesbiana en Perú.
La apertura del feminismo socialista para pensar lxs sujetxs feministas como “las mujeres” atravesadas todas ellas por otras categorías sociales, permitió el surgimiento de un feminismo de los márgenes: feminismo negro, feminismo lesbiano, de migrantes, hispanoparlantes, etcétera (Haraway, 1991).

Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino

Referencias bibliográficas
Collin, Françoise, (2006) Praxis de la diferencia. Liberación y libertad, Barcelona, Icaria.
Einsenstein, Zillah, (1980) Patriarcado capitalista, feminismo socialista, México, Siglo XXI.
Firestone, Shulamite (1973) La dialéctica del sexo, Madrid, Kairos.
Haraway, Donna, (1991) “Género para un diccionario marxista”, en Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza, Madrid, Cátedra.
Varela, Nuria (2005) Feminismo para principiantes, Barcelona, Ediciones B.

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