miércoles, 25 de junio de 2014

La construcción de la masculinidad y su vinculación con la violencia. Ajustándose a los mandatos

Según la definición de Connell, la masculinidad se define brevemente como: “…la posición en las relaciones de género, las prácticas por las cuales los hombres y mujeres se comprometen con esa posición de género, y los efectos de estas prácticas en la experiencia corporal, en la personalidad y en la cultura” (1997:6). Cuando analizamos la influencia de la socialización diferenciada, y la cuota de responsabilidad de ésta en la violencia contra las mujeres, podemos observar claramente cómo el patriarcado ha repartido arbitrariamente derechos entre los varones y obligaciones entre las mujeres. 

La construcción del sujeto masculino y de las masculinidades fue largamente estudiado por Connell (1997, 2006) quien da cuenta de cuáles son los roles y estereotipos asignados a los varones, qué se espera de ellos, y cómo se legitima un modelo hegemónico del ser masculino que no admite la diversidad. Connell reflexiona sobre esta construcción, que como todas ellas, siempre están atravesadas por otras categorías: clase social, etnia, la edad, la orientación sexual, etcétera, que producen, obviamente, masculinidades plurales y diversas:

… no hay sólo un modelo de masculinidad que funciona para todos los momentos y los lugares; existen diferentes culturas (algunas son bastante más pacíficas que otras) y los modelos de masculinidad cambian con el tiempo. En una misma sociedad, incluso en una comunidad o institución específica, existirán diferentes modelos de masculinidad, distintas formas reconocibles de "ser un hombre" (Connell, 2006:185).

imagen perteneciente a la página web: http://www.codajic.org/node/665

Estas masculinidades están ordenadas también jerárquica y excluyentemente  (Connell, 2006:186). La idea de esta entrada es explorar cómo se construye esa masculinidad hegemónica y qué otras masculinidades intenta forcluir, ya que la masculinidad no puede ser entendida como una posición fija, sino que está atravesada por categorías como la raza, etnia, clase social, la edad, la orientación sexual, etcétera  (Careaga, Sierra, 2006; Menjívar Ochoa, 2001). Esta entrada va en la línea de las entradas Masculinidad hegemónica y patriarcal y A propósito del día del padre... Al respecto Connell define la masculinidad hegemónica como “la configuración de práctica genérica que encarna la respuesta corrientemente aceptada al problema de la legitimidad del patriarcado, la que garantiza (o se toma para garantizar) la posición dominante de los hombres y la subordinación de las mujeres” (1997:12)

Los estudios sobre masculinidades ponen de resalto que ser varón, en primera instancia, es no ser mujer y alejarse lo más posible de lo femenino (Connell, 1997; Batres Méndez, 2009) y ser varón es ser heterosexual (Marzalli, 2006). Con ello podemos ver como la primer definición del ser varón es por la negativa, es precisamente no-ser. Esto conlleva que el varón siempre deba estar demostrando que efectivamente es varón, ya que esta categoría opera como una presunción iuris tantum que puede ser desvirtuada en cualquier momento y que por ello exige que sea reafirmada a cada instante (Odriozola Ezeiza, 2009).

En la realidad no todos los varones ejemplifican el modelo hegemónico, podríamos decir que sólo una minoría lo hace. La jerarquía relacionada con esta versión de la masculinidad es una fuente importante de conflictos y violencia entre los varones: cualquier cuestionamiento a la masculinidad de alguien ocasiona, con frecuencia, peleas y lesiones. El dominio sobre los varones homosexuales o considerados "afeminados" suele ejercerse con violencia, golpes, e incluso mediante asesinatos. La dominación puede también ser simbólica: las demandas de los varones jóvenes que se refugian en la violencia a menudo incluyen este tipo de acusaciones. La violencia racista muchas veces se mezcla con la exigencia de una virilidad superior y con la percepción de amenazas a la dignidad masculina surgidos de los problemas económicos, del desempleo y de una mayor complejidad social (Connell, 2006:186).

En el párrafo anterior podemos ver cómo se legitima la violencia como respuesta a cualquier intento de cuestionamiento de la masculinidad, y cómo el ser masculino implica de alguna manera el ser violento, desde los mandatos de la masculinidad hegemónica. En palabras de Odriola Ezeiza: “Nos han educado a sentir y pensar que nuestra hombría está en juego por esto mismo. Si cumplimos estos papeles se nos considera hombres de verdad; sino, el fantasma de la sospecha se cierne sobre nuestras mentes” (2009:5).

Además de la agresión como respuesta legitimada ante cualquier intento de menoscabar la masculinidad, hay otro sinfín de estereotipos de constituyen al sujeto varón: 

Los demás roles adjudicados a los hombres – tener que ser rígido, serio, vigoroso, valiente, mental, agudo, duro, fuerte, poco o nada sensiblero, sabelotodo,  autoritario, eficiente, el primero, el mejor, activo, decisivo, severo, independiente, siempre dispuesto, apuesto, conquistador, sexualmente activo, competitivo, público, protector, proveedor, productor...- vienen a sujetar el entramado del rol principal de oprimir a las mujeres (Odriozola Ezeiza, 2009:5).

Como la violencia es una forma legítima de respuesta ante actitudes que menoscaban la “dignidad del varón” (González Pagés, 2010) y como todo ser dotado de un aura de superioridad construida socialmente, no se cuestionó hasta hace muy poco tiempo el uso de esta violencia (Batres Méndez, 2009), mucho menos en relación con sujetxs consideradxs inferiores que vienen a poner en cuestión esta masculinidad. Aquí es cuando el ser mujer se constituye como una situación de riesgo, ya que cada vez que una mujer no se ajusta al estereotipo preparado de antemano para ella, de alguna manera cuestiona la superioridad masculina (ya que el estereotipo de la mujer es ser sumisa y sometida por el varón)  y este cuestionamiento se subsana con el empleo de la violencia.
A modo de conclusión y de acuerdo al autor González Pagés: 

Ejercer la violencia es una condición que se les impone a los hombres. Un elemento básico del proceso de construcción de la masculinidad y de las características que los han de definir como hombres en sí, varones hegemónicos. La palabra masculinidad ha sido elaborada históricamente bajo esos cánones y preceptos, por lo que solo nombrarla ya denota superioridad, fuerza y violencia. (González Pagés, 2010:47)

Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino

Bibliografía

  • Batres Méndez, Gioconda (1999) El lado oculto de la masculinidad/ San José, Costa Rica: ILANUD. Programa Regional de Capacitación contra la Violencia Doméstica.
  • Careaga, Gloria y Sierra, Salvador Cruz, (2006) “introducción” en Careaga, Gloria y Sierra, Salvador Cruz, (comps.) Debates sobre masculinidades, poder, desarrollo, políticas públicas y ciudadanía, Universidad Nacional Autónoma de México, Mexico, D.F. 
  • Connell, R. W. (1997) La organización social de la masculinidad en  Valdés Teresa y Olavarría, José (Eds.) Masculinidad/es. Poder y crisis, Nro. 24. (versión utilizada disponible en http://www.cholonautas.edu.pe/modulo/upload/Connel.pdf  recuperada el 02/10/2013)
  • Connell, R.W. (2006) “Desarrollo, globalización y masculinidades” en Careaga, Gloria y Sierra, Salvador Cruz, (comps.) Debates sobre masculinidades, poder, desarrollo, políticas públicas y ciudadanía, Universidad Nacional Autónoma de México, Mexico, D.F. 
  • González Pagés, Julio César ( 2010) Macho, Varón, Masculino. Estudio de las masculinidades en Cuba. Editorial de la Mujer, La Habana.
  • Manzelli, Hernan,(2006)  “Sobre los significados de ser hombre en varones jóvenes en el área metropolitana de Buenos Aires”, Estudos Feministas, Florianópolis, 14(1): 219-242, janeiro-abril/2006
  • Menjívar Ochoa, Mauricio (2001) “Masculinidad y poder” Espiga 4 , Julio-Diciembre. Disponible en http://www.academia.edu/318152/Masculinidad_y_poder recuperado el 17/01/2014
  • Odriozola Ezeiza, Xabier (2009) Violencias masculinas: la legitimación de la violencia en la construcción de la identidad en los hombres 

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