lunes, 7 de julio de 2014

La forma de explotación hacia la mujer más antigüa del mundo...


El pacto original en tanto un contrato social como sexual:
es sexual en el sentido patriarcal -el contrato establece
que los varones tiene  derecho sobre las mujeres-
y también es sexual en el sentido de establecer
el acceso de los hombres al cuerpo de las mujeres.
El contrato  original crea lo que se podría
llamar siguiendo a a Adrienne Rich,
la ley del derecho de los varones al sexo” (Pateman, Carol, 1998, p2)


En esta entrada, expondremos ideas que compartimos sobre una temática siempre álgida: la prostitución. Tal vez este haya sido el tema que más haya dividido las aguas en el feminismo principalmente en relación a la existencia o no de consentimiento y libertad de elección de una mujer que se encuentra en situación de prostitución. Frente a esto y para intentar aportar alguna diferencia, tomamos la recomendación de Beatriz Gimeno de trascender los motivos personales y singulares de esas mujeres, para centrarnos en la institución prostitucional y el papel que juega hoy en el patriarcado y a los que intereses sirve.
Creemos que la prostitución pone en juego las estructuras de poder, de género y sexual. La existencia misma del sexismo es lo que permite que los hombres se aseguren sin ningún reparo ético, el acceso al cuerpo de las mujeres. La prostitución instituida, no hace más que perpetuar y reforzar los roles de género desiguales. ¿Porque sino,  es una “opción económica” principalmente para mujeres?

El cliente
La prostitución está diseñada por y para varones; por lo tanto las relaciones prostituyentes que establece se asientan sobre las relaciones de dominación que la cultura y la costumbre legitima. El consumo de prostitución no remite a situaciones de anormalidad, sino que es una práctica institucionalizada. ¿No es acaso “ir de putas” uno de los rituales de iniciación sexual más difundido entre varones?.
Como ya sabemos, lo discursivo es la base sobre la cual se sostienen las prácticas sociales. El discurso patriarcal es el que regula esta práctica, presentándola como un intercambio en el cual el varón es un receptor pasivo de una oferta que está allí, antes, desde siempre, ocultándose de esta manera el rol protagónico que tiene la demanda. Esta visión es totalmente coherente con una sociedad patriarcal que concibe al varón como sujeto del poder y del placer, y a las mujeres como objetos al servicio del placer, las miradas, la palabra masculina. Como plantea Chejter “La violencia de la explotación sexual está enmascarada en una relación contractual entre sujetos supuestamente iguales “ (p.11). Este “supuestamente” iguales, nos ayuda a pensar porque estos varones no se hacen ningún planteamiento de este tipo cuando están con una mujer a la cual consideran -como mínimo en ese momento- de su pertenencia y dominio. Ese "supuestamente iguales", crea una ficción que borra cualquier planteamiento ético ya que relativiza la situación, al adjudicar a las mujeres la libertad de convertirse en objetos. Reconocer que se está pagando por una persona genera malestar, culpa ambigüedad, incomodidad...
Para pensar este intrincado tema de la oferta y la demanda, compartimos las palabras de Chejter ya que aportan mucha claridad: “Sin demanda no existiría oferta de cuerpo para usos sexuales, y tampoco esa demanda tendría posibilidades de subsistir sin una tácita aceptación del derecho de los varones a convertir a semejantes en no sujetos, es decir, en meros objetos de goce sexual, por más que la socialización de este intercambio se legitima a menudo como un  intercambio de placer por dinero. Pensarlo como  un “intercambio entre iguales” constituye notoriamente una ficción que naturaliza y reproduce las prácticas” (p11).

El sexo y lo político
Focault nos permitió pensar a la  sexualidad como construcción discursiva entre la economía del poder y los placeres del cuerpo. El sexo no está ajeno al sistema político de turno ya que éste tiene también su política sexual. Coincidimos con Beatriz Gimeno que plantea que pensar la prostitución solamente desde un punto de vista individual, es consecuente con el sistema neoliberal en el que estamos inmersos, En contra de lo que pretenden hacernos creer, la prostitución de hoy día no tiene mucho que ver con el sexo sino que utiliza un producto que se vende muy bien, el sexo, para sostener y reforzar una institución que tiene que ver con muchas cosas: con las migraciones globales, con el capitalismo, con el patriarcado en su fase neoliberal, con la pobreza, con la feminización de la misma, con una determinada construcción de la sexualidad, con una determinada construcción de las subjetividades, con la construcción de las categorías de género, con el feminismo…la prostitución es todo eso y más”.
Frente a las conquistas del feminismo que arroja luz sobre las desigualdades de género y la masculinidad tradicional, y la recuerpación de espacios de poder que eran patrimonio exclusivo de los varones, la prostitución se convierte en el espacio seguro en el que el machismo logra desplegar su performance de relaciones de género jerarquizadas: los varones clientes/prostituyentes no compran solo un cuerpo, sino también una fantasía de dominio.

Palabras finales..
Para terminar queríamos compartir la sinopsis que aparece en la contratapa del libro “Lugar común, la prostitución” de Silvia Chejter (el cual recomendamos), ya que nos parece que invita a la reflexión:
“Prostituir es un verbo que habitualente se conjuga con un sujeto trastocado. Cuando se dice una mujer se prostituye, ¿que se está diciendo?. ¿Se dirá acaso que el esclavo, se esclaviza o que el obrero se explota a sí mismo?. Cuando un varón paga por sexo, prostituye. El sujeto es el prostituyente llamado -en el lenguaje mercantil travestido que se utiliza- cliente, usuario consumidor. Las personas que son objeto de la accion prostituyente son personas prostituidas. No es posible que alguien se prostituya a sí misma. El trastocamiento del lenguaje se manifiesta tambien cuando un proxeneta se convierte en empresario de la noche, una mujer o persona prostituida en trabajadora del sexo o prestadora de servicios sexuales y el mundo prostibulario en merado del sexo”.
Estamos convencidas que la prostitución sexual no es -como se dice comunmente- el trabajo más antiguo del mundo, en todo caso es la forma de explotación hacia la mujer más antigüa del mundo.
Bibliografía:

2 comentarios:

  1. Ciertamente! Como me harta leer o escuchar "El oficio más antiguo del mundo"!!!
    Gracias por la info

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  2. Totalmente de acuerdo. Yo ejercí la prostitución independiente para poder costearse la vida mientras cursaba estudios superiores. Odiaba hacerlo, no me trataron mal y no tengo mala opinión de los clientes que me tocaron o mis prostituyentes, pero odiaba fingir, ser su actriz, ser su objeto, alimentarles la fantasías de mujer porno que chocaba con mi verdadera esencia. Odiaba llevar doble vida, sexo sin sentimientos, sexo vacío, como era utilizada...
    Odiaba que fuese una de las pocas formas en mi país, para pagarse los estudios universitarios. Soy de Chile, el país más neoliberal y capitalista de América latina. Donde la educación es privada, la salud, todo es carísimo y los trabajos son mal remunerados.
    Ni de mesera, vendedora, promotora ni ningún oficio de estudiante etc etc hubiese podido pagarme siquiera 1/4 de mi carrera y menos vivir.
    La prostitución es inherente a sistemas económicos que lucran sin control y conducen a desigualdades e inequidad abismal como mi país y la mayoría del mundo ya, que adoptó el libre mercado.
    Y así se perpetua la dominación sexual y le inequidad de género y seguimos en un mundo machista.
    Por suerte yo tenía un objetivo y ser prostituta fue un medio temporal y no mi forma de vida, porque lo aborrecía y compadezco a las mujeres más vulnerables que deben venderse y aguantarse todo tipo de padecimientos en esto, para sobrevivir

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