Marisa se levantó esa mañana y no sabía que iba a morir. Sus vecinxs -que ya habían escuchado gritos en su casa muchas veces-, tampoco, pero lo habían vaticinado más de una vez: “en cualquier momento la mata”, “un día de estos vamos a tener que llamar a la policía”, “cuando alguien haga algo va a ser tarde”. Rodolfo, tampoco sabía que ese era el día en que cometería un femicidio.
Marisa
se levantó como todas las mañanas con el cuerpo cansado, abatida, y
con poco tiempo para desayunar. Se cambia rápido mientras tiende la
cama, y corre a la cocina a tomar tres mates con Rodolfo. Él -que
tenía la costumbre de levantarse más temprano para leer el diario -
le reclama que nunca se hace el tiempo para desayunar con él y hacer
el amor. Marisa se siente cansada, trabaja hasta las 8 de la noche y
se hace cargo además
de
las tareas domésticas. Siente su cerebro comprimido y comparte este
sentimiento con Rodolfo. Él, argumenta que la ama, la extraña y la
necesita ; que por eso le pide que haga un esfuerzo y se levante
antes. Que entiende su cansancio pero que piense también en él , y
que está
seguro que ese ratito les va a hacer bien a los dos. Marisa asiente,
se siente culpable frente al reclamo de Rodolfo y para evitar que se
ponga a gritar y a revolear objetos, le promete que la mañana
siguiente intentaría tener más tiempo para desayunar juntos y hacer
el amor. Mañana siguiente que nunca llegará porque esa noche Marisa
va a ser asesinada por Rodolfo y los vecinos finalmente, van a llamar
a la policía...cuando sea tarde.
Marisa
sale hacia su trabajo bajo el cálido sol de Abril. Camina 3 cuadras
hasta la parada del colectivo que la lleva desde Paternal al centro
de la Ciudad de Buenos Aires. Marisa es arquitecta y tiene un estudio
con un amigo de toda la vida, el único que logró mantener pese a
los celos de Rodolfo. Hace tiempo que quiere separarse, pero no pude
hacerlo. No le sale. Se siete culpable. Siente miedo. Por momentos se
siente manipulada, ahogada. Por otros vuelve a creer, y asume como
propias las frases que hasta el cansancio Rodolfo le ha repetido: que
nadie la va a amar como él, que sin él no es nada, que él sin ella
no es nada, que no puede tirar toda una historia juntos por la
ventana así nomás, que él es el único que le dice la verdad y que
el resto de personas la usan, que siempre la va a proteger y que van
a llegar a viejitos juntos.
Cuando
sale del
trabajo para
su casa, Marisa tenía 37 llamadas perdidas de Rodolfo y otros tantos
mensajes de él preguntándole que hacía, donde andaba, que la
extrañaba, que le responda, que si estaba muy ocupada con Javier -su amigo-, que si no le contestaba iba a ir a buscarla al trabajo, que
estaba preocupado, que lo llame, que lo llame ya, que le estaba
haciendo enojar, que porque le hacía eso... Marisa suspira y decide
caminar una cuadra y llamar a Rodolfo. Antes de llegar a la esquina
él la intercepta, la agarra del brazo, le grita, le dice que quien
se creía que es para no contestarle, ella se intenta soltar,
forcejean, él
la suelta. Marisa no sabía que iba a morir. La gente que pasó por
al lado y no intervino tampoco. Rodolfo pensaba que que si Marisa
estaba con Javier, no lo iba a poder soportar y era capaz de
cualquier cosa.
Se
sientan en el colectivo sin hablarse ni mirarse. El viaje continúa
en silencio. Un silencio pesado, denso, de ultratumba. Marisa miraba
a la ventana. Rodolfo la miraba a ella. No podía sacarle los ojos de
encima. Pensaba que ella era sólo de él, que no iba a permitir que
esté con nadie, que si se confirmaban sus sopechas era capaz de
matarla y matarse, que ella era lo más importante de su vida. Ella,
se sentía desmoronada y no podía pensar en nada.
Llegaron
a su casa. La calle estaba quieta. Rodolfo saca su llave para abrir,
sin mirarla. En medio del silencio de siesta de pueblo, suena el
celular de Marisa. Atiende, y dice “después te llamo”. Rodolfo
sólo escuchó eso. Marisa fue la última voz amigable que escuchó
en su vida.
Rodolfo
la agarró del brazo y la metió para adentro. Le gritó. Le dijo
“puta”, “¿¿quién es tu macho??”, “¿¿por quién te haces coge??r”,
“inservible”, “basura”, “no servís para nada”, “hija
de puta”, “pelotuda”, “ya vas a ver...” y primero revoleó
su celular, la tiro al suelo, le pegó, la desnudó, olió su ropa
interior, la dejó afuera sin ropa, la entró a la fuerza, la violó,
no la vio, no la escucho... y la mató.
Todxs
sabían que podía pasar, pero nadie dijo nada. Nadie quiso meterse
“porque era un tema de ellxs”.
Lxs
vecinxs llamaron a la policía, pero ya era tarde. Rodolfo quiso
esconderse pero no pudo. Él dijo entre lágrimas que no sabía que
había hecho. Marisa, no dijo más nada. Se levantó esa mañana, sin
saber que iba a morir en manos de su pareja.
Julieta Evangelina Cano y Maria Laura Yacovino